sábado, 13 de abril de 2013

¡Guau, qué viaje!

Pero de repente ocurre, ocurre que ya tu casa no es lo que era, tu hogar, ya no es el hogar que siempre fue, ya dejó de ser un hogar. Y piensas cuándo fue que pasó, cuándo cambió todo. No encuentras respuestas. Te preguntas por qué, cómo, pero no... Sigues sin la respuesta a un mar de preguntas. Y es que, normalmente la familia lo es todo, quienes están ahí y creemos que no nos fallarán. Es por eso que cuando todo da un giro de 180 º, nos desconcertamos.
Preguntémonos, preguntémonos el por qué un padre maltrata a sus hijos, a su esposa, o viceversa. Preguntémonos qué ganamos y reflexionemos en lo que perdemos. ¿De verdad vale la pena hacerlo? ¿Merece la pena hacer sufrir a tu familia, verla perder la sonrisa poco a poco?
Un tema el cual tratar y valorar en muchos aspectos, un tema del que hablar "largo y tendido".
Valoraríamos y calificaríamos a estas personas con miles de adjetivos despectivos, pero no es la cuestión. La cuestión es la felicidad, no robarla y desarmarla como un folio en puros tachones. Se trata de hacer ver a las familias que la vida es una sonrisa y no, no eso a lo que muchos están sometidos. Se trata de hacerles ver lo bonito que se siente haciendo felices a aquellos a los que queremos y a los que no, también. Se trata de buscar la felicidad, que el maltrato no es el camino idóneo para encontrarla. Porque la vida se basa en eso: en reír sin darte cuenta, en soñar despierta. Ojalá consigamos que todos, poco a poco, entremos en casa con una sonrisa y no con ese miedo que todos podríamos llegar a sufrir. Irnos de aquí, con una copa de vino en una mano, chocolate en la otra, derrapando y gritando: ¡Guau, qué viaje! 

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