martes, 23 de abril de 2013

Sonreía

Sonreía. Veía como poco a poco todo se desvanecía: una nube gris cubría el cielo estrellado en silencio; el viento, fiero; ni luna, ni sol, ni un mínimo resplandor; ni un alma... Pero ella sonreía.
No alzaba la vista, no hablaba. Era como si oyera, pero no escuchara; como si viera, 
pero no observara. Sólo se trataba de una pequeña que se encontraba en un sueño despierta, refugiada en su inocencia. Soñaba con ese mundo en el que había vivido sus ocho años atrás, un bonito mundo: su mundo.
Mientras tanto, la Tierra se estaba revelando mostrando su otro lado. Todo lo que él había hecho bien estaba desapareciendo y, al mismo tiempo, las atrocidades que había labrado poco a poco y con una fuerza inexplicable se volvían en su contra. 
¿Cómo? ¿En qué momento? ¿Por qué? Un mar de preguntas sin respuesta revoloteaban por su cabeza. No caía en la cuenta de las cosas que había hecho tiempo atrás y tampoco pensó en las consecuencias que esto ocasionaría. Mientras, ella, sonreía metida en su sueño, su dulce sueño…
El mundo se convertía en un papel con solo garabatos, pequeños garabatos que iban transformando todo en algo extraño, difícil de comprender. Todo estaba cambiando, ya había cambiado. Se había vuelto feo, triste… con apariencia amargada, desolada. Ya no era ese suelo por el que pisaban, un suelo firme, rígido, limpio. Se había convertido en todo lo contrario: inestable e incómodo. ¿Dónde había quedado su realidad?
Venganza, eso era lo que se mostraba. Por todo y más: el mundo había dejado de ser mundo.
Despertó, y esa pequeña sonrisa, se borró.

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